De viejos y sonámbulos
Desde la canastilla de una bicicleta, hago un escrutinio de las líneas y el temblor que guian esta bicicleta. Se detiene, sus reflejos no son los de antes, sus ojos y sus labios tampoco. Vamos luchando con el frio, ella porque le molesta y yo porque ya me ido acostumbrando a su cotidiana presencia, porque no cabemos los 2 en esta canasta.
Se abotona hasta el cuello y espanta el frio de un manotazo, como si fuera una mosca, como si fuera la cosa más simple que le haya molestado en toda su vida. Su movimiento brusco dejó al descubierto un mechon de canas disfrazadas de un cómico tono castaño. Que desfachatez..., dejar al decubierto tanta experiencia, pasearla además de manera furtiva en una bicicleta, conmigo delante, en la canastilla de la bicicleta.