Ni se molesten en buscar el diccionario. Rututearse es una versión "nadsat" de mi famila materna para referirse a: "deslizarse en yagua por una loma higueyana", de hecho, yo lo hice muchas veces en nuestro Parque Mirador del Sur antes de convertirme en publicista idólatra de marcas y layouts. En realidad creo que nunca he dejado de hacerlo

viernes, junio 29, 2007

Espana

Recuerdo como ahora como seguia en la pantallita el avance del avión hacia suelo español, recuerdo el frio en los pies las mediecitas de Iberia y las que Elina me prestara después. Escuché atenta, como cuando en el colegio anunciaban kermese, todas las celebraciones que para esa fecha tendrían lugar en España, me leí los 3 periódicos españoles que habían en el avión. Así me enteré que el Cigala y yo teníamos caminos cruzados y aquel anuncio publicitario se convirtió en ese momento en la primera meta a conseguir. La llegada a Barajas fue “alucinante”, termino que creo que seguiré usando y que se lo debo a Elina también, quién a su vez se lo debe a alguien más.
Alucinante será en adelante el adjetivo más adecuado para calificar hasta la más sencilla ocurrencia en España. Como decía, Barajas fue alucinante, los arcos amarillos me hablaron de una ciudad milenaria que a la vez asumía la modernidad y todo lo que tenga que ver con globalización y país miembro de la Unión Europea, con digna representación.
El friito en la nariz, la porción de tortilla española y mi primer vistazo al mapa del metro, encendieron la alerta que no había logrado encenderse en la víspera del viaje en Santo Domingo. Nos bajamos en la estación Banco de España con la esperanza de quedar en un lugar céntrico de Madrid y mi primer contacto histórico fue nada más y nada menos que con la Cibeles, inmortalizada ya por tanta gente, pero en especial por aquella conmovedora historia de Sabina: A la sombra de un león.
La Cibeles resultó ser más pequeña que mi imaginación. Los años y el agua que mojan los leones de su carruaje le han dado un histórico color ocre. Al ver su simplicidad, aprecié aún más su significado y respeté la devoción de los españoles por su monumentos, prueba indiscutible de miles de años, de historias que contar.
A Madrid comencé por disfrutarlo por Metro, luego andando y finalmente en autobús.
Cada mañana al salir a mi trabajo, salía con lo más importante: unas cómodas ballerinas y mi Nano, que más se puede necesitar para ir por las calles sonriendo como boba y bailando sola en cada cruce de calle.
Mi trabajo fue más que eso. Fue un estudio sociológico de la sociedad española a nivel laboral, de comportamiento de la juventud y de la generación más llegadita a la meta final. Tema digno de discutir en otra ocasión para honrarle con su justa dimensión.

Pues las noches de Madrid no son noches, son períodos que comienzan o terminan según la actividad que estés realizando. Si has pasado de las 6 de la tarde y estás en uno de los miles de bares, estás de marcha y si de repente te encuentras tomando el Metro con cara de sueño a las 8:00 de la mañana, pues hace poco que ha terminado la marcha y vas rumbo al trabajo.
En Madrid el sol no sirve de referencia, lo importante es salir de marcha y parar cuando ya no puedas más. Allí no importa a cuántos bares has ido en unas horas, cuantas “cañas” te tomas o cuantas tapas de Manchego, Prosciutto o anchoas te atracas. Eso lo supe el día aquel que salí bien temprano, vestida de turista (lease shorts, tennis y camarita)visité el museo del Prado, anduve por las “calles catálogos de bares” más bohemias de Madrid, fui a un concierto de jazz, en el bar más antiguo en este género, bailé en una fiesta de la casa del alguien que nunca supe quien era, fuimos a una de las disco más famosa del momento (Sala Sol, para el que vaya en estos días), de ahí a desayunar temprano para recobrar fuerzas hasta que abrieran El Rastro, mientras descubríamos donde vivía Sabina, para terminar entre gitanos y concursos de aceitunas, cuyas semillas deben estar aún rodando en la Plaza Mayor, y todo esto sin ver apenas un cepillo de dientes o chequear en el espejo que tan demacrada estaba.
Por supuesto que con sólo 3 semanas andando por Madrid todo me parecerá nuevo y diferente, pero lo cierto es que es “alucinante” (respectivos derechos de autor para Elina) la oferta cultural que ofrece Europa. Sin tener la más mínima sospecha, fui a un concierto de Juan Luis Guerra, que escuche al lado de Rosario Flores, que estaba en el público como una más. Disfruté de Calor Urbano, Marte o Venus, Leo Susana, Alex Ferreira y las conversaciones con Guy Frómeta en un ambiente bohemio, de mucha solidaridad, donde terminamos todos cenando en la misma mesa y cantando como si todos fueramos artistas, quién me lo diría, después de todos los 200 y 300 pesos en Cinema café estariamos cantando, tirándonos fotos y haciendo cuentos como buenos “panas full”.

Bebel Gilberto en el Joy Eslava o Diego El Cigal en El Palau de la música quedarían condenados a su indiferencia si trato de describirle la magnitud de aquellas vivencias. Sólo puedo decirles que el Joy es un bar muy, muy chulo del Madrid contemporáneo, un bar de 3 niveles con una decoración vanguardista y un ambiente menos bohemio y más sofisticado que los barcitos de mi preferencia, todo una discoteca de una gran ciudad.
El Palau, en Barcelona es otra cosa, es un monumento histórico, visita obligada si uno está allá; ya pueden imaginar lo que es vivir con El Cigala, (verdadero “cantaor”, muy, muy querido en España) todas esas canciones emblemáticas de Lágrimas Negras en un escenario de otra época, entre barroco y rococó, con vitrales multicolores en el techo, estatuas que cobran vida y muestran sus pechos, una acústica impresionante y luego el sentimiento con que canta el público mientas grita a toda voz: Ole!!!… señores, eso es un momento Mastercard…
Hay algo que creo que no podré distinguir, al menos no en este primer viaje: donde se come mejor: Barcelona o Madrid.
Qué ciudades estas, en ambas encuentras zumo natural, hecho al momento, en casi todas las cafeterías. En todas puedes entrar y pedir una ”caña” y aclararla con agua dulce carbonatada desde las 7 de la mañana, ojo, que no es un metáfora, allá se bebe cerveza y vino como agua. A cualquier bar que entras encuentras preparado en vitrina: tortilla española de “patatas”, croquetas de jamón, tapas de anchoas, de Serrano, Manchego, Pimientos al piquillo, morcilla de arroz, bacalao hecho de cualquier forma: tortilla, croquetas, como parte del relleno de algún pimiento, guisado, en fin…todo esto listo para decir:
_A mi ponme uno de esto, uno de esto y otro de aquello.
Y ni hablar de Barcelona, de aquellos “alucinantes” bares de Tapas en las que vas seleccionando todas las Tapas-pincho que quieras a modo de self-service y luego te cobran según la cantidad de palitos que tengas en tu plato, y es que no hay acabadera, que no hay apetito que de para probarlas todas, porque además cuando crees que lo has visto todo, pasan por tu mesa con un nuevo invento.
Barcelona, es un catálogo de arte. Su arquitectura, la construcción de la ciudad, tanto que ver, tanto que contar…creo que seguiré otro día.

Etiquetas:

1 Comentarios:

Blogger AxelMelo dijo...

Elaine:
Cuanto me gustaria que pudieras hacer un parentesis ( ), en tu tan agitada vida, y volvieras a escribir con elocuencia, todas esas vivencias.

enero 15, 2008 3:35 a. m.

 

Publicar un comentario

Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]

<< Página Principal